Ahora que la conexión a internet ha tenido a bien regresar de donde quiera que estuviese, aprovecho para enseñaros la funda que le he hecho a la tablet. Me da vergüenza decirlo, pero hasta ahora la tenía en una bolsa que me había cosido mi madre para guardar el biberón o los pañales o algo así de mi hija. Cada vez que me la encontraba por casa me ponía mala porque veía que cualquier día se iba a rayar o a romper y cuando eso pasase todos (porque es una tablet que compartimos los tres) me iban a mirar con una mirada acusadora porque yo sería la única culpable. Sí, yo, porque cada vez que mi marido hablaba de comprarle una funda yo ponía el grito en el cielo con que cómo comprar una, estando Pica Pecosa en casa. Sí, aquí también tenemos cuchillos de palo. Hasta hoy:
La tela es de lo que sobró de un vestido que le está haciendo mi madre a la niña. A mí me gustó tanto que nada más cortar lo suyo me hice con el resto. Próximamente en sus pantallas una funda para el teléfono móvil, que la que tenía de fieltro está pidiendo un contrato relevo para ya.
Yo estoy enamorada de esta tela, no puedo decir más. Junto con la Estatua de La Libertad, tiene el Coliseo de Roma, la puerta de Brandemburgo, o el Arco del Triunfo francés, que nunca me aclaro, la estatua de la Diosa Cibeles y una maravillosa Torre Eiffiel. Lástima que sea demasiado grande para la funda, que si pudiese lucirla en todo su esplendor ahí que la habría plantado:
Con este patrón tan sencillo sólo pedía una puntilla finita y el lazo con el aplique:
El interior lo he forrado con fieltro para acolcharlo en previsión de rayazos y golpes, que a estos aparatos nunca les faltan. Añadí el piquillo porque me parecía que sin él quedaba sosa la unión de la tela con el fieltro. Y para cerrar le cosí dos corchetes transparentes:
Me gusta mucho cómo ha quedado, pero de lo que más orgullosa me siento es que es la primera que hago y además yo sola, que no llamé a mi madre pidiendo socorro ni una sola vez, aunque ganas no me faltaron.
¡Disfrutad de lo que queda de martes!
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